jueves, 16 de octubre de 2008

NATURA ARTIS MAGISTRA



“La naturaleza es bonita, pero necesito un buen trago que la acompañe”. Esta era la frase preferida del poeta holandés J.C. Bloem.
En Asunción hay naturaleza para dar y tomar.
De hecho, es un gran jardín botánico, en el que un canalla decidió construir avenidas que la cruzasen.
Es una pena, pero necesitamos el asfalto para el transporte de cerveza en esta ciudad ardiente y siempre sedienta.

A Bloem le hubiese encantado mi ciudad, porque es probablemente una de las capitales más verdes del mundo. Eso sí, con una Pilsen y un trago de caña en la terraza de Lido.

Todo lo contrario de lo que pasa con la presencia del arte en el espacio público (a no ser que las estatuas militares puedan ser incluidas en esta categoría); está lejos de la abundancia, es como buscar una aguja en un pajar.

Para los non-gymnastas: Natura Artis Magistra lo que en latín “la naturaleza es la maestra de todas las artes” está inscrito en la entrada del famoso zoo de Amsterdam, mejor conocido como Artis.
Cuando era niño, solía ir con la escuela a Artis, donde teníamos que pintar animales. Mi preferido era el manatí porque nunca se movía. La bañera de esta enorme vaca marina era demasiado pequeña y el triste mastodonte vivía rodeado de hojas de lechuga flotando a su alrededor. Hoy en día el planetario es la mayor atracción del zoo. Sus más asiduos visitantes son emporrados cibernautas con larga melena y acné que se ríen tontamente en su viaje al espacio.

Pero bueno…

En mis largos paseos con Jagua, me tropiezo con un objeto de arte no identificado. El otro día mi perro quería visitar la plaza de los desaparecidos. Por primera vez me fijé más detenidamente en la estatua abandonada que tantas veces había cruzado. Finalmente resolví el puzzle: era el busto del general Stroessner, que había sido cortado en rodajas como el salami y puesto en un bloque de hormigón. Reconocí el bigote.

En Hungría y otros países del antiguo bloque del Este, ponen estatuas de los camaradas y de los líderes ideológicos en parques de atracciones donde tienes que pagar para entrar.

¡Este es gratis!

Hay también estatuas divertidas para los niños. Justo al lado del panteón puedes encontrar un oso muy realista (aunque da un poco de miedo). También vi una estatua muy grande de un perro frente al Cuartel Central de la Policía (El Paraguayo Independiente y Chile). A lo mejor en homenaje a Lassie, Boomer, Rintintín o algún otro perro de Hollywood, o por algún héroe local. Es seguramente muy conmovedor, ¿pero arte?¿Por qué arte en la calle? ¿Quién lo necesita?, diría el político.

Bueno, la ciudad podría ser un poco más estética si se remplazasen los invasores paneles y afiches siempre referentes a una compañía de teléfonos.

Gracias a Dios que se puede encontrar arte puertas adentro. Planta Alta, en Caballero esq/ Mcal Estigarribia, es el lugar de moda de la ciudad. Los simpáticos dueños reciben a perros y sirven refrescantes aperitivos como Black Label. El arte es lindo, pero tienes que tomar algo con él...

Las exposiciones son siempre sorprendentes y a veces incluso desafiantes. Cuando actúo de acuerdo a mi edad, me acerco a la galería de Martha Manchini. Es pequeña y con encanto, aunque a veces me choquen los desnudos explícitos de sus objetos.

No hay que olvidar las inauguraciones de Manzana de la Rivera, donde siempre me encuentro a la misma gente. Un abogado me comentó hace poco que el grupo de gente que visita exposiciones, va a la ópera y a conciertos, sale a restaurantes, no supera los 10.000. Supongo que habré saludado a la mayoría de ellos desde mi llegada en octubre pasado. Vamos a llamarlo la gran familia.

Lo mejor de todo es que nadie chismorrea.

En las grandes ciudades europeas, los artistas pobres pueden beber gratis todo el año colándose en las recepciones e inauguraciones de las galerías de arte. En Asunción la cosa no se presenta tan agradable para los bohemios (y mejor que no seas alérgico al vino Santa Helena). Pero un poco es mucho, y uno no debería digerir demasiado arte.

El doctor del poeta holandés J.C. Bloem le recomendó fervientemente que dejase de beber por evidentes razones. Se abstuvo, por supuesto, y un día un amigo le preguntó si no había sido difícil. ¡Oh no!, contestó Bloem, para nada, solo bebo de vez en cuando, si tengo mucha tensión acumulada.